Juicio por el homicidio de Darío Gramaglia: alegatos y sentencia

19-12-2012     Un acusado, Hugo Sánchez, declaró ayer. El otro, Pedro Soria, se esperanza en una pericia de ADN.
Hace siete meses que la sentencia está en el horizonte de las familias de Darío Walter Gramaglia y los dos acusados a los que juzgan por su homicidio, ocurrido en setiembre de 2004. Finalmente, el día de la resolución del segundo juicio por el asesinato llegó: hoy a la tarde, tras los alegatos, Pedro Alberto Soria y Hugo Simón Sánchez escucharán el fallo de la Cámara del Crimen Nº 1 de San Luis. Ayer, ambos sospechosos de tener participación en el homicidio del joven kinesiólogo cordobés echaron sobre la mesa sus últimas cartas. El albañil Sánchez declaró. Y una especialista a la que le encomendaron una pericia para establecer el ADN del mecánico Soria dio detalles de las conclusiones, que resultaron distintas a la pericia oficial anterior que complica a ese acusado. La prueba en cuestión había sido solicitada el 23 de octubre por la defensora oficial del mecánico, Claudia Ibánez. Requirió que le encargaran a Laboratorios Puntanos una determinación del perfil genético de su defendido. En esa oportunidad, la abogada impugnó el estudio realizado por Judith Andrade, quien era perito oficial del Poder Judicial. Según el examen de esa especialista, en la cinta de embalar que sacaron del rostro de la víctima había huellas genéticas de Soria. Es, por lo tanto, la prueba que más lo compromete. La licenciada en biología molecular María Virginia Divizia, directora de Laboratorios Puntanos –un centro que, por disposición del Superior Tribunal de Justicia, es el encargado de hacer los estudios oficiales, desde el año pasado– dio detalles ayer del estudio que efectuaron y los resultados. La primera diferencia entre el procedimiento realizado por Laboratorios Puntanos y Andrade es de método: esta última realizó la determinación de ADN manualmente. Y el centro, de modo automatizado, es decir, con equipamiento para tal fin. Otras diferencias están en los ítems analizados y en los resultados. Laboratorios Puntanos analizó 16 marcadores que los especialistas denominan “autosómicos”. Siete de ellos también habían sido estudiados por Andrade. Pero en uno solo de esos puntos hubo una coincidencia en el resultado entre ambos estudios: el que determina el sexo de la persona. Al examinar los marcadores llamados “de cromosomas masculinos Y”, Laboratorios Puntanos trabajó sobre 11 indicadores. Andrade había analizado sólo cinco de éstos. En este caso no hubo ninguna coincidencia en los resultados de ambos exámenes. Cuando no hay concordancia en dos de los puntos analizados, la conclusión es que el patrón genético estudiado en ambos casos no es el mismo, dijo una fuente. En las pruebas de Andrade y Laboratorios Puntanos hubo más de dos puntos que no fueron iguales. "Como sapo de otro pozo". “Yo fui por trabajo, no a hacerle daño a alguien (…) estoy acá como sapo de otro pozo, me trajeron acá sin tener nada que ver… nunca pensé que me iba a pasar esto”, dijo el albañil Hugo Sánchez apenas se sentó ante el tribunal. Aunque estuvo detenido –de hecho, ayer contó que conoció a Soria en el Servicio Penitenciario– llegó libre al juicio. Explicó que trabajó en la obra en construcción ubicada en el mismo predio de “Pizza Pizuela”, el comercio gastronómico que era propiedad de Alberto “Beto” Figueroa y en el que trabajaba Daniel “el Uruguayo” Martínez, ambos condenados a prisión perpetua en el primer juicio por el asesinato de Gramaglia. Contó que, tras su detención, ambos le dijeron que era una “barbaridad” que la Justicia hubiera ordenado su arresto. Aclaró que al dueño de la obra sólo lo vio unas tres o cuatro veces y que con quien trataba –porque hacía de intermediario con el patrón para tratar el tema del presupuesto, por ejemplo, o la conformidad con lo realizado– era con “el Uruguayo”. Estimó que trabajó, de manera discontinua, aproximadamente un mes, entre setiembre y octubre de 2004. Explicó que fue así porque tenía otras obras, entonces sólo iba medio día, y eso a veces dependía de que hubiera materiales, por ejemplo. No dio respuestas firmes al ser consultado sobre si trabajó en el lapso comprendido entre los días previos y posteriores al homicidio. Cuando el abogado de la familia Gramaglia, José Luis Dopazo, le preguntó si había estado en la construcción entre el 20 y el 24 de setiembre de 2004, dijo que sí. Después, al ser interrogado por Andrés Fernández, su defensor, sobre si trabajó el 22, el 23 y el 24 de setiembre, dijo que no se acordaba. Y argumentó que, por esos días, además de otros trabajos, tenía una preocupación familiar. Su cuñado y ayudante estaba muy enfermo y él era uno de los parientes abocados a cuidarlo en el hospital. Contó que a él sólo lo contrataron para hacer algunos trabajos de construcción y que, en realidad, Figueroa tenía un albañil de confianza, de apellido Escudero. A ese hombre, según dijo, le prestaba sus herramientas. Sánchez precisó que una de las tareas que le encargaron fue un cambio de aberturas –tenía que reemplazar una ventana por una puerta– y que, cuando lo llamaron como testigo, antes de ser detenido como sospechoso, reconoció el dintel que él mismo había sacado y que, a la postre, los homicidas ataron al cuerpo de la víctima para que hiciera peso y no flotara. El cadáver fue envuelto en una sábana, una carpa y luego arrojado al dique La Florida. Cuando Dopazo le preguntó sobre las llamadas registradas entre los teléfonos de su casa, la pizzería y el domicilio de Figueroa, el albañil no pudo aportar explicaciones. “Ni ellos tenían mi número ni yo sabía (los del comercio y la casa particular del dueño)”, dijo.